

Los griegos calculan el costo de la "tragedia" por incendios cerca de Atenas
En el municipio de Palaia Fokaia, a una hora en coche al sur de Atenas, un típico paisaje bucólico griego de olivares y pueblitos quedó devastado el viernes por un feroz incendio forestal que lo redujo a tierras quemadas y casas calcinadas.
Un fuerte viento atravesó la aldea el sábado, esparciendo polvo y cenizas procedente de las colinas circundantes, donde aún ardían incendios y brasas humeantes.
El suelo temblaba mientras helicópteros y aviones cisterna sobrevolaban a baja altitud el terreno escarpado lanzando agua sobre los focos restantes y recogiendo nuevamente agua del mar.
Horas antes más de 200 bomberos luchaban para evitar que el fuego, que estalló en la región rural de Keratea, a unos 43 kilómetros al sureste de Atenas, amenazara los complejos costeros en la costa de Ática.
En una casa calcinada residentes con mascarillas regresaban para recuperar los pocos objetos que sobrevivieron al infierno.
Una mujer abatida llamada Dimitria tuvo más suerte. Las llamas respetaron su hogar, pero arrasaron el bosque más cercano, dejando un terreno desolado de árboles quemados y cenizas.
"Desde anoche hubo muy pocos refuerzos de los bomberos", lamenta, describiendo cómo la ayuda llegó cuando el incendio avanzado amenazaba "muchas casas" cerca del bosque.
"La mía está bien pero mi bosque se quemó. Y eso duele", añade con voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas mientras se aleja para inspeccionar los daños.
Los bomberos, con mangueras en mano, recorren un pequeño bosque para apagar brasas y evitar que se reaviven, mientras ramitas quemadas y escombros crujen bajo sus botas.
— "Sabíamos que era peligroso" —
Desde su casa intacta, Kostas Triadis observa el panorama aliviado. A pesar de los daños al paisaje, elogia el trabajo de los bomberos y voluntarios. "De lo contrario habría sido mucho peor", destaca.
"Se regenerará por sí solo, espero que ese sea el futuro natural", comenta el hombre de 75 años, refiriéndose a la vegetación devastada.
"Es un bosque pequeño, pero siempre supimos que era peligroso", lamenta.
Su esposa Eleni, de 71 años, especifica que "todos hicieron lo posible por salvar la zona, pero la verdadera tragedia es que el bosque se perdió".
"Era muy antiguo", insiste. Según ella, muchos árboles quedaron relativamente intactos porque las llamas de la hierba que los residentes cortaron en junio se apagaron rápidamente.
"Es una tragedia, es la primera vez que el fuego llega aquí", indica refiriéndose a la zona donde la pareja pasa los meses de verano, alejados de su residencia en Atenas.
A poca distancia, en la costa, el contraste es monumental. Allí los bañistas pasean por la arena y nadan en el Mediterráneo resplandeciente en una mañana de verano cálida y aparentemente normal.
Pero las señales de la emergencia son inconfundibles, ya que los comensales frente a la playa contemplan el espectáculo de los aviones cisterna rozando el agua para rellenar sus depósitos y regresar a los incendios que aún arden.
X.Marino--GBA